La tinta del calamar. Las obsesiones

La tinta de calamar es un pigmento oscuro que desprenden algunos cefalópodos, como estrategia de evasión, sirve para alejarse y protegerse de posibles peligros. La tinta se expulsa con el objetivo de entretener al «atacante» mientras se huye. La tinta desorienta, confunde y origina caos. La tinta emborrona y limita la visibilidad.

Cuando tenemos problemas reales, de alguna forma, nos sentimos «atacados» por esas situaciones que no son nada fáciles de abordar. Es muy frecuente (mucho más de lo que se piensa) que tendamos a huir de esos problemas.

Hay mecanismos de defensa variados, uno de ellos bastante habitual es el que voy a llamar la tinta del calamar.

Este mecanismo de defensa, consiste en priorizar OBSESIONES recurrentes que nos ocupan el tiempo, nos consumen energía y sustituyen el lugar del problema real.

Estas obsesiones se convierten en el «problema» que me ocupa la cabeza, en el que pienso constantemente, el que intento solucionar una y otra vez. Es una gran mancha de tinta que lo invade todo, que me preocupa y que no me deja pensar claramente. Y lo que es peor, no me deja evolucionar.

 

Las obsesiones

Las obsesiones son ideas fijas que asalta la mente de forma invasiva y persistente. La obsesión tiene múltiples facetas de expresión. Pueden mostrarse en forma de adicciones, pensamientos en bucle, actos repetitivos, sentimientos ansiosos o preocupaciones constantes.

Las obsesiones son un síntoma, es decir, no son el problema real, sino la expresión y consecuencia del mismo.

El primer paso es casi un acto de fe, y consiste en comprender, pese a que nos cueste creerlo, que las obsesiones que nos ocupan la mente no son el origen de nuestra ansiedad. Que existe algo mucho más importante que no estamos atendiendo.

Los conflictos reales nos provocan angustia. ¿Qué hacemos con esa angustia? Podemos negarla, desplazarla, reconvertirla, generar síntomas. Esto no quiere decir que las obsesiones no angustien, al contrario, son nuestra fuente de malestar. Lo que quiero decir es que solucionarlas no van a calmarnos, porque no estamos afrontando el verdadero origen de tales obsesiones.

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