Los límites
¿Por qué son tan importantes los límites? Los límites con los demás nos estructuran como personas, nuestra identidad, delimitan nuestra forma de ser ante el otro. A mi YO se le da forma con los límites.
Hay una relación directa entre límites emocionales y límites físicos. Nuestro mundo interno se proyecta en las cosas cotidianas que nos rodean (comida, casa, indumentaria, trabajo, gestión del tiempo, del dinero, etc). Por ello, poner límites físicos a cosas y situaciones concretas nos ayuda a poner límites emocionales con las personas.
Por ejemplo, respetar mi ritmo temporal, cerrar la puerta y que no entre nadie si no quiero, organizar mi agenda, obtener mi propio dinero y no sentir que abusan de él o que alguien tiene poder sobre mi por dármelo, o mil situaciones más.
Los límites físicos y los límites emocionales están relacionados porque ambos generan auto-regulación y autonomía, que es una de las bases de la autoestima.
No poner límites es:
Dejarme llevar por la vida y por los demás.
Esto genera una sensación de descontrol que intenta compensarse con un exceso de control en otras pequeñas áreas.
Poner límites es:
- Tomar las riendas.
- Es decir NO a lo que no quiero y SÍ a lo que quiero.
- Es decir HASTA AQUÍ.
- Es NO dejarme llevar haciendo lo que los demás quieren por no crear conflicto.
- Es NO terminar haciendo las sugerencias de los demás.
- Es NO dejar que invadan mi intimidad.
- Es NO dar por hecho que cualquiera puede opinar, manipular y exigir sobre mi espacio personal.
- Es distinguir lo que quiero hacer y lo que no quiero hacer y cuándo hacerlo.
- Es decir: YO QUIERO ESTO.
- Es NO consentir que me falten al respeto, que me hablen mal, ni siquiera alguien a quien otorgue cierto poder, figuras de autoridad: jefes, padres, profesores, o gente a la que admiro.
- Decir NO QUIERO aunque esto represente cierto dolor al otro (dolor que muchas veces sobredimensionamos).
- Hacerlo también con las personas que más queremos, que son las que más nos cuesta.
- No dejarme liar con chantajes emocionales, por miedo a ser egoísta o egocéntrico/a.
- No confundirme con frases como “lo hago por tu bien”, el cariño nos descoloca.
- Es tener un ESPACIO PROPIO, una parcela privada que yo autogestiono (para no explotar en una parcela patológica).
Porqué no ponemos limites:
Porque no nos damos cuenta pensando “no me importa, no me cuesta nada” y se va acumulando. Después sientes un malestar general que no sabes de donde viene. Por temor a ser egoístas y malas personas. Por omnipotencia, y creer que podemos con todo. Por miedo a las soledad. Por costumbre.
Consecuencias: inseguridad general, baja autoestima, dificultad para saber lo que quiero, falta de identidad, dependencia emocional, desconcentración, etc.
Bebé y mamá: Hasta los 18 meses, el bebé cree que él y su mama son “todo uno”, una fusión total donde no hay limites. Llega un momento en que el bebé se descubre a si mismo como una persona autónoma y por fin puede ver a la madre como otro ser diferente. Esto es sano para el crecimiento.
Con los limites se descubre la existencia del otro, se distingue hasta donde tu y hasta donde yo, como eres y como soy. También los demás te empiezan a ver como alguien con presencia y autonomía. Esto es sano para el crecimiento personal.
Entonces, ¿qué representa poner límites?
- A nivel consciente: decir o hacer lo que se piensa en lo cotidiano, decidir mi propio camino.
- A nivel inconsciente: formarme como individuo, con mi propia individualidad, estructurarme psíquicamente.
Creencias populares dañinas:
La familia piña “la familia que está unida debe compartirlo todo, no cuestionarse los unos a los otros y que no haya nada privado porque eso es de despreocupados y egoístas” (pero en realidad, el amor se sostiene en el respeto).
El amor idílico “el verdadero amor es que los dos sean uno, compartirlo y saberlo todo, quererse es fusión sin limites” (como el bebé con su mamá).
Esto no solo es erróneo sino perjudicial a nivel psicológico. Madurar la autonomía es básico para la salud psíquica. Se puede querer a alguien, ayudar a los demás, compartir cosas, a la vez que se mantienen parcelas propias, es compatible, sano y mejora las relaciones.
Cómo hacerlo:
- Poco a poco.
- Primero hay que empezar por detectar las situaciones, aunque no podamos cambiar nada.
- Estar alerta y localizar cuando me sienta mal algo (a veces respondemos tan automáticamente que no pensamos si me gusta o no lo que me están diciendo).
- Recordar que seguimos queriendo a esa persona, que no es malo ponerle un límite.
- Delimita tu parcela. Cuando lo tengamos claro internamente empezará a salir solo.
- Soportar la culpa inicial, no tienes costumbre, pero pasará.
- Confia en ti, ya irás pudiendo, sin prisas.
- Todas somos personas igual de valiosas. El valor te lo das tú.
- Con asertividad: decir lo que pienso, con educación pero con firmeza.
Mantener la distancia adecuada con los demás me hace sentir coherente, fuerte, produce tranquilidad, seguridad y respeto hacia mi y hacia el otro. Poner límites, por tanto, y aunque suene contradictorio, permite que nos abramos a los demás.
Te propongo estos ejercicios
Dibuja un círculo grande.
Escribe dentro del círculo cosas con las que te identifiques: gustos, actividades, actitudes, momentos, deseos… todo vale, es una lluvia de ideas. Que lo mires y digas: soy yo.
Ahora escribe fuera del círculo las «invasiones» que te generan confusión o te alteren.